Misión conjunta IMC-MC-LMC Mendoza 2014

El camino es quien da abrigo al peregrino, al que persigue el reencuentro, al que cultiva sus sueños; pero ese peregrino, soñador de estrellas, es quien marca el sendero de historia amparado en la calidez del amor del Padre.
“Llevar el evangelio es llevar la fuerza de Dios... para edificar un mundo nuevo" (Papa Francisco).


Dios encontró los caminos de los Laicos Misioneros de la Consolata (LMC) de Argentina en el cálido enero de 2014, más precisamente del 7 al 12; en el departamento de Las Heras, Mendoza, Argentina. Hasta allí llegaron laicos misioneros desde Jujuy, Formosa, Salta, Chaco, Buenos Aires y Mendoza; acompañados en forma permanente por los padres misioneros Juan Domingo Varela y Pedro Togni, y las hermanas misioneras de la Consolata Cristiana Fabri y Mery.

Me encantó conocer a Mendoza y su cultura, sobre todo a los LMC. Es bueno pensar en descubrir nuevamente formas de misionar y de acercarse a los hermanos. Pablo Gómez, comunidad Misionera del Divino Niño, Formosa.

Después de una jornada de retiro, momento oportuno para encontrarse con la presencia del Padre a partir del evangelio y, para reflexionar a partir de los pensamientos del Beato José Allamano sobre las actitudes de un misionero, llegó la oportunidad de encontrar la presencia de Dios disponiendo el corazón para el envío.

Al día siguiente las expectativas se complementaron con el caminar las calles del barrio 26 de Enero, realidad que esperaba por ser visitada. Mucho era lo que se esperaba: conocer a las familias del barrio, aprender sobre el contexto social y cultural, y redescubrir formas de misionar y ser misionados a partir de la propuesta del evangelio. Estas expectativas esperaban por distintas actividades programadas a partir de los objetivos de la misión: visitas a las familias para compartir la vida y la fe como verdaderos hermanos, atendiendo especialmente a los enfermos; actividades circenses y juegos para niños; encuentros con los jóvenes para incentivar el valor de compartir la vida; momentos con familias; y, aquel espacio íntimo y amoroso con Jesús, la celebración de la eucaristía en el terreno donde se construye el centro católico “Niño Jesús de Praga”.

Fue muy importante conocer a los LMC de Argentina. Me gustaría que la comunidad del barrio 26 de enero no decaiga, que confíe en Dios. Para lograr algo sólo hay que querer. Natacha Gómez, comunidad Misionera del Divino Niño, Formosa

Para cada misionero los signos de los tiempos se hicieron visibles y su interpretación aún más desafiante. Como en muchos barrios de nuestra querida Argentina, en el barrio 26 de Enero existe el flagelo de la droga, las armas, la violencia sin límites y la indiferencia. Pero cabe destacar que aquella esperanza de la que habla el Papa Francisco se encuentra en el corazón de los vecinos. “La misión es una necesidad completa”, nos compartía Amelia de Formosa; “Me sentí llena del Espíritu Santo, es una experiencia increíble”, animaban las palabras de Mónica de Buenos Aires.

Muchas cosas me impactaron: la unión entre los misioneros, el compañerismo. En algún momento una señora salió a buscarnos para que visitásemos su hogar. Nos queda el compromiso de seguir misionando más allá de todo. Mónica Osso Olivos, lmc de Martín Coronado.

Día tras día las experiencias se multiplicaron y el corazón de los misioneros y de las personas de la comunidad fue abriendo espacio al mensaje amoroso de Jesús. El día domingo 12 de enero tuvo lugar la celebración de la misa de clausura. Hasta el terreno donde se construye el Centro Niño Jesús de Praga llegaron vecinos, laicos misioneros, padres y hermanas. La sorpresa inicial la dio la presencia del Superior General de los Misioneros de la Consolata, p. Stefano Camerlengo imc, acompañado por el p. Antonio Gabrielli imc, Superior Regional, y las hermanas Joan, superiora regional; y Hannah. También dijeron presente los padres diocesanos Luis Scaccabarozzi, párroco de Junín y Marcelo Castro, de Ingeniero Giagnoni. La celebración inició con la bendición del predio para luego peregrinar por las calles del barrio hasta la casa de una vecina que, gentilmente, ofreció un espacio. La cantidad de personas que asistieron a la celebración se multiplicó en comparación al primer día, señal de un buen servicio misionero realizado. “La misión une y cuando nos encontramos en la misión, nos sentimos como en casa”, animaba el Padre Stefano. “Debemos escuchar las palabras del Padre sobre Jesús como si las escuchásemos sobre nosotros: 'Este es mi hijo muy amado' (Mt 3,17)”, compartía la hermana Joan. Después de dicha celebración se realizó un almuerzo para compartir el cierre de lo que fue una hermosa Misión Conjunta Nacional LMC-MC-IMC.

El mensaje que podría dejarle a la comunidad del Barrio 26 de enero es que deben trabajar por la unidad para lograr la fraternidad; así fortalecer el núcleo familiar. Amelia Mariño, lmc de Monte Lindo.

Cada misionero regresó a sus hogares con la certeza de haberse sentido amado y contenido por la calidez siempre maravillosa del Padre. Habiendo cultivado su experiencia personal, es que cada uno pudo compartir el anuncio y construir lazos de solidaridad y esperanza. Todos conocen que la misión no terminó, sino que acaba de comenzar, porque la propuesta misionera de amar más allá de las fronteras sigue latiendo en cada corazón.

Pablo Tansini, lmc

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