En esta ocasión compartimos un segmento de reflexión y formación. Espiritualidad y Vida de Olga Vélez.
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La incondicionalidad del amor
"¿Puede una mujer olvidarse del niño que cría, o dejar de querer al hijo de sus entrañas? Pues bien, aunque se encontrara alguna que lo olvidase, ¡Yo nunca me olvidaría de ti!" (Isaías 49,15).
La Inmaculada Concepción de María
Adriana Rojas, lmc de Martín Coronado, nos comparte este artículo de formación, acerca de este dogma que celebramos días atrás, escrito por Juan Pablo II.
La Misión como enviados.
Por el bautismo hay una vocación a la santidad y a la misión común a todos los miembros del pueblo de Dios. Todos estamos llamados a la misión. Todos tenemos una misión que cumplir: edificar la Iglesia, realizar la misión que Jesús nos ha encomendado.
Vivir honestamente.
Si queremos ser honestos, debemos empezar por enfrentar nuestros defectos y buscar superarlos.
Para ser honestos hace falta ser sinceros en todo lo que decimos.
Para ser honestos hace falta ser sinceros en todo lo que decimos.
La misión como “misión de Cristo”
Dios nos salva en su Hijo Jesucristo. Jesús es el enviado del Padre; en Él, es Dios mismo el que nos habla en el lenguaje de nuestra carne. Él es maestro y redentor de todos los hombres, Él es el centro de la historia y del universo. Él vendrá de nuevo y será finalmente nuestra plenitud de vida. De su misión nace la Iglesia que con ella se identifica.
La misión como “misión de Dios”
La misión parte de la vida íntima de Dios. Dios nos amó primero. Su amor es el manantial de la acción misionera de la Iglesia en cualquier época y lugar. Él nos ama y nos salva.
La Misión como el contexto humano
“He visto la aflicción de mi pueblo..., he oído sus clamores...” (Ex 3,7 ). La misión nace siempre en una situación de opresión y esclavitud en la que Dios interviene para liberar y salvar.
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