Por la fuerza de la oración...

Los problemas de la vida cotidiana nos agobian, nos trasladan de este mundo al mundo de las preocupaciones. Hasta llegamos a vivir inmersos en ellas, olvidándonos de lo que pasa a nuestro alrededor. Peor aún, nos olvidamos del diálogo con el Padre. Es justamente ese diálogo el que nos reconforta, nos consuela en momentos de dolor y sufrimiento, y le da sentido a todo...
Te invito a compartir el testimonio de un lmc sobre la fuerza de la oración


Abrí el blog y ya estaba la nota mensual de nuestros encuentros en el noviciado. Gracias amigo!!

Pero leí en la introducción “... luego de un mes de sequía..." y se prendió la llama. Una simple frase que como una chispa en un barril de combustible, prendió y se hizo fuego.

¿Qué pasó en este mes? ¿Cuántos fueron los acontecimientos que me llevaron a no refugiarme en la escritura? Y digo refugiarme porque eso es lo que vivencio cada vez que me siento a escribir algo. Y... pasó de todo. Un poco en lo personal, otro poquito en lo laboral, la familia y el grupo.

Ahora, cuando ya pasaron unos cuantos días, miro atrás y puedo ver con claridad que todos esos acontecimientos juntos no me permitieron pensar en escribir porque; lo que no podía era pensar.

¿Cómo salí? Por la fuerza de la oración. Aún en los momentos donde me sentí más triste, oraba.

Oraba, al comienzo, así como de memoria ¿me siguen?, casi repitiendo palabras apenas enganchaditas. Sabía que en algún momento esa oración se transformaría en salvación, y no paré. Insistí. Si estaba muy pero muy “pinchada” entonces elegía cantar, bajito porque igual me escuchaban donde yo quería. ¡Orar cantando es tan reconfortante!

Los días fueron pasando, algunas heridas cicatrizando y empecé a pensar en lo que hacía. Empecé a pensar en la importancia de mi oración mezclada entre rezos y cantos ¡qué lío! Pero el Señor siempre me estaba escuchando eso no lo dudé.

Y salí, (o sigo saliendo) fortalecida. Con una fe más fuerte, más sana.

Pensé que no debía ser la única, seguramente a todos ustedes les pasaron cosas parecidas, mejores o peores. Hermano del alma ¿te acordaste de la oración? Dale, orá, repetí hasta el cansancio: Jesús en vos confío. Pedile a la Madrecita que interceda, ella nunca nos suelta la mano.

Sí amigos míos, hubo un mes de sequía, estaba ocupada... creciendo.

Adriana Rojas, lmc

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