Un sueño hecho realidad y una experiencia única que siempre estará en mi mente y en mi corazón.
Emprendimos el viaje de nueve horas desde Roma a Turín, para ir a conocer todas nuestras raíces. Lo primero que visitamos fue la Casa Madre de los misioneros y misioneras de la consolata, allí nos alojamos. Al día siguiente partimos a Castelnuovo, a la casa natal de San José Cafasso, quien fuera el tío del Beato Giuseppe Allamano.
Mientras recorríamos las calles angostas del pueblo y sabiendo que nos dirigíamos a la casa del fundador me invadía una gran emoción y mi corazón latía velozmente con el solo hecho de estar pisando un lugar tan santo, sabiendo que muchas veces uno no es digno de tamaña bendición. Conocimos la casa del Beato José Allamano, donde vivió con sus padres, el lugar donde solía cocinar su madre, Mariana Cafasso, con todos los utensilios que ella usaba, que permanecían como si alguien todavía viviera, también el establo que queda al lado de la cocina, el dormitorio donde él nació y lugar donde compartía con todos sus hermanos; era demaciada emoción. Ese día se celebró misa en ese lugar.
También visitamos el santuario de la Consolata. Al entrar se sentía mucha paz; un lugar de espiritualidad, de oración, con el "coretto", donde el Beato Allamano solía pasar horas contemplando y rezando a la Madre Consolata; muy hermoso lugar. Participamos de la eucaristía, momento propicio para pedir por el encuentro, por nuestras familias y por todos los misioneros del IMC, MC y LMC.
Fue estupendo sentirnos que somos un frasco de perfume y estamos perfumados por el mismo espíritu allamaniano, bajo la protección de nuestra Madre Consolata.
Conocer la casa de Alpignano fue emocionante, el hogar donde se encuentran los sacerdotes ancianos y enfermos, asistidos por otros sacerdotes y hermanas enfermeras, misioneros de la Consolata. Allí se siente el calor de una familia. Por momentos uno se quedaba mirándolos y pensaba cuántos caminos y lugares habrán recorrido, dando su vida por predicar el Evangelio, dejando todo, hasta su propia familia.
Una mañana, muy temprano, participamos de la Eucaristía en el sepulcro del Beato Allamano. Nunca hubiese imaginado poder estar en ese lugar, frente a la tumba, poder apreciar en persona el vitral que esta detrás del altar y que siempre vi en fotos de revistas.
La verdad que para mí es muy fuerte lo que viví, ver que siempre estuvo Dios sabiendo lo que pensaba y lo que sentia, me sorprende y creo que me he dejado sorprender.
Gracias a los misioneros y misioneras de la Consolata que permiten que los laicos puedan ser parte de esta familia, darnos cuenta que caminamos todos por un solo ideal que es Cristo, que es anunciar su Palabra aquí, allí y más allá de las fronteras. Mis agradecimientos a todos, a IMC, MC y LMC de argentina que hicieron posible que este sueño se haya hecho realidad. A los superiores, a los p. Luis Manco y Daniel Bertea, quienes nos acompañan en nuestra formación, y a todos los laicos que aportaron para que pudieramos participar de este encuentro internacional.
De Argentina fuimos cuatro los representantes, Aldo Canal de Martín Coronado (Buenos Aires), Mirtha Bogado de Machagay (Chaco), Mario Miranda de Merlo (Buenos Aires) y yo, Martina Berduc, de Jujuy.
También el agradecimiento a los organizadores de Europa que nos invitaron, gracias por la acogida, al p. Antonio Rovelli quien estuvo con nosotros en todo momento y a todos los padres que compartieron con los laicos de África, Europa y Ámerica Latina. Muchas pero muchas gracias.
Dios los bendiga, que el Beato José Allamano siga siendo el modelo a seguir y nuestra madre consolata derrame su gracia en cada uno de sus hijos, para que seamos verdaderos testimonios de la fe.
Un cordial saludo.
Martina Berduc, lmc.
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