Leemos en las páginas del libro “Los quiero así”: “San Juan escribe en el Apocalipsis que ha visto en el cielo una Mujer vestida de sol, con la luna bajo los pies, y en su cabeza una corona de doce estrellas (cf Apoc 12,1). Esta mujer es símbolo, sobre todo, de la Iglesia y las doce estrellas representan a los doce Apóstoles. Los santos Padres, ven en esta mujer resplandeciente como el sol, a María Santísima. Ella resplandece en el cielo como el sol, que es Jesús, porque está a su derecha.”
Por otro lado, escuchamos a Serrat decir que esas pequeñas cosas, que nos dejó un tiempo de rosas, nos hacen que lloremos cuando nadie nos ve.
Pero usted podría preguntarse: ¿cuál es la relación que encontramos entre los dos párrafos anteriores? La explicación es sencilla, se resume en la fiesta de la Asunción de la Virgen María, llevada a cabo en una capilla formoseña, que lleva el mismo nombre de esta fiesta de la Iglesia. Tuve la oportunidad de visitar esta comunidad en compañía del p. Antonio, misionero de la Consolata. Cuando llegamos, familias, niños y jóvenes, se habían dispuesto a celebrar esta fiesta, su fiesta. Los animales donados, se convirtieron en un gran asado, plato principal. No había que pagar absolutamente nada, lo que había se puso en común para celebrar y agradecer la participación de las comunidades más lejanas. Uno podría pensar que era solo un momento donde lo más importante era la comida y la bebida, pero para mi asombro, cuando se anunció la procesión, se detuvo el mundo, y todos participaron de este momento en honor a su Madre. Fue emocionante ver cómo en esta comunidad los pequeños gestos cobran vida y se transforman en los más significativos. ¡Nadie dudó en rezar, cantar a la virgen en tono chamamecero, y peregrinar como pueblo mariano! La procesión y la celebración de la eucaristía, llevaron a esta fiesta a su punto más importante. La fe de un pueblo entero se manifestó en gestos concretos de hermandad y alegría compartida.
Tal vez sea este uno de los espacios en donde Dios decide gritar a los hombres su amor, sin esperar que realicemos grandes actos de amor; confiando en que nosotros, sus hijos amados, nos reconozcamos como hermanos y nos demos la posibilidad de celebrar la vida que Él nos ofrece.
Pablo Tansini, lmc
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