La Iglesia: un servicio de liberación personal, comunitaria y trascendente.

Como les prometí hace unos días, acá les traigo la homilía que pronunció Mons. Oscar Romero en la misa del 23 de marzo de 1980, un día antes de su asesinato.
"No es que ya haya conseguido el premio sino que corro hacia adelante, olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante; corro hacia la meta para ganar el premio al que Dios, desde arriba, llama en Cristo Jesús".


LA IGLESIA, UN SERVICIO DE LIBERACION PERSONAL... COMUNITARIA... TRASCENDENTE

Estos tres calificativos marcan los tres pensamientos de la homilía de hoy:
  1. La dignidad de la persona es lo primero que urge liberar.
  2. Dios quiere salvar a todo el pueblo.
  3. La trascendencia dá a la liberación su verdadera y definitiva dimensión.
1.- LA DIGNIDAD DE LA PERSONA ES LO PRIMERO QUE URGE LIBERAR

a) FIGURA DE LA ADULTERA FRENTE A CRISTO

Allí tenemos el Evangelio. Y no encuentro una figura más hermosa de Jesús salvando la dignidad humana que este Jesús que no tiene pecado frente a frente con una adúltera, humillada porque ha sido sorprendida en adulterio. Y piden para ella, sentencia de lapidación. Y aquel Jesús que después de echar en cara, sin decir palabra, el pecado de los propios jueces, le pregunta a la mujer: "¿Nadie te ha condenado?". -Nadie, Señor.- "Pues yo tampoco te condeno; pero no peques más."

Fortaleza pero ternura. La dignidad humana ante todo. Era un problema legal en el tiempo de Jesús. En el Deuteronomio toda mujer sorprendida en adulterio debía morir y cuando quedaba un espacio para discutir como debe ser esa muerte, discutían los fariseos y los letrados: "¿por lapidación, por estrangulación?". Y a ésto se refiere la pregunta: "Esta mujer ha sido sorprendida en adulterio, nuestra ley dice que debe morir, ¿Tú qué dices? Según la discusión actual, ¿cómo debemos matarla?". A Jesús no le importan estos detalles legalistas. Con un disimulo superior a esa mala voluntad de los que le ponían una trampa se puso a escribir en la tierra, como cuando uno disimula con un lápiz manchando un papel. Ellos insisten y Jesús da la gran respuesta de su sabiduría: "El que de ustedes esté sin pecado, que tire la primera piedra".

Ha tocado la conciencia. Eran los testigos según las leyes antiguas, los primeros que debían tirar la piedra. Pero los testigos, al mirarse a su conciencia sentían que eran testigos de su propio pecado. Y la dignidad de la mujer se salva. Dios no salva el pecado pero sí la dignidad de una mujer sumergida en el pecado. El ama, ha venido precisamente a salvar a los pecadores y aquí tiene un caso. Convertirla es mucho mejor que apedrearla. Perdonarla y salvarla es mucho mejor que condenarla. La ley tiene que ser un servicio a la dignidad humana y no los falsos legalismos con los cuales se pisotea la honradez, muchas veces, de las personas.

Y dice con un realismo espantoso el evangelio: "Comenzaron a irse comenzando por los más viejos". La vida se ocupa para ofender a Dios y los años que debían de servirnos para ir creciendo en este compromiso con la humanidad, con la dignidad del hombre, con Dios, van haciendo cada vez más hipócrita a la vida, escondiendo los propios pecados que crecen juntamente con la edad.

EL PECADO PERSONAL ES LA BASE DEL GRAN PECADO SOCIAL

Y ésto hay que tenerlo muy en cuenta, queridos hermanos, porque hoy es muy fácil, como los testigos de la adúltera, señalar y pedir justicia para ésos; pero ¡qué pocos se miran a su propia conciencia! ¡Qué fácil es denunciar la injusticia estructural, la violencia institucionalizada, el pecado social! Y es cierto todo eso, pero ¿dónde están las fuentes de ese pecado social?. En el corazón de cada hombre. La sociedad actual es como una especie de sociedad anónima en que nadie se quiere echar la culpa y todos son responsables. Todos son responsables del negocio pero es anónimo. Todos somos pecadores y todos hemos puesto nuestro grano de arena en esta mole de crímenes y de violencia en nuestra Patria.

Por eso, la salvación comienza desde el hombre, desde la dignidad del hombre, de arrancar del pecado a cada hombre. Y en la Cuaresma, este es el llamamiento de Dios: ¡Convertíos! individualmente. No hay aquí entre todos los que estamos, dos pecadores iguales. Cada uno ha cometido sus propias sinvergüenzadas y queremos echarle al otro la culpa y ocultar las nuestras. Es necesario desenmascararme, yo soy también uno de ellos y tengo que pedir perdón a Dios, he ofendido a Dios y a la sociedad. Este llamamiento de Cristo: ¡la persona ante todo!

Qué hermoso el gesto de aquella mujer sintiéndose perdonada y comprendida: "nadie Señor, nadie me ha condenado. Pues yo tampoco, yo que podía dar la palabra verdaderamente condenatoria, no te condeno; pero cuidado, no vuelvas a pecar". ¡No vuelvas a pecar! Cuidémonos hermanos, si Dios nos ha perdonado tantas veces aprovechemos esa amistad del Señor que hemos recuperado y vivámosla con agradecimiento.

-PROMOCION DE LA MUJER

¡Qué hermoso cabría aquí un capítulo de la promoción de la mujer por parte del cristianismo! Si la mujer ha logrado alturas semejantes al hombre, gran parte es este evangelio de Jesucristo. En tiempos de Cristo se extrañaban de que él platicara con una samaritana porque la mujer era algo indigno de platicar con el hombre. Y Jesús sabe que todos somos iguales: ya no hay griego o judío; hombre o mujer, todos somos hijos de Dios. Al cristianismo la mujer debería estar doblemente agradecida porque Cristo, con su mensaje, es el que ha promovido la grandeza y la mujer. Y de qué alturas son capaces esos dones femeninos que muchas veces con el machismo de los varones no se estimula, no se aprecia.

b) LA PERSONA DE LOS ACUSADORES

También los testigos han comprendido que la redención comienza por la dignidad humana, y que antes de ser jueces que administran justicia tienen que ser hombres honrados y tienen que saber decir con su conciencia limpia una sentencia, porque ellos serían los primeros en aplicársela si cometieran ese crimen.

La actitud de Jesús. Hay que fijarse en este evangelio, que es lo que tenemos que aprender. Una delicadeza para con la persona. Por más pecadora que sea, él la distingue como hijo de Dios, imagen del Señor. No condena sino que perdona. Tampoco consiste en el pecado, es fuerte para rechazar el pecado pero sabe azuzar, condenar el pecado y salvar al pecador.

No subordina el hombre a la ley. Y ésto es bien importante en nuestro tiempo. Él ha dicho: "No se ha hecho el hombre para el sábado sino el sábado para el hombre". No queramos, por salvar la Constitución del país cuando se ha pisoteado por todos lados, llamarla; y a ella se le quiere usar más bien para defender nuestros egoísmos personales. La ley para el hombre, no el hombre para la ley. Y entonces Jesús, es fuente de paz cuando ha dado así a la dignidad humana su verdadera primacía. El hombre siente que cuenta con Jesús, que no cuenta con el pecado y que tiene que arrepentirse y volverse a él con sinceridad. Es la alegría más profunda del ser humano.

c) SAN PABLO... OTRO CONVERSO, LIBERADO DEL PECADO Y LA IGNORANCIA.

En la segunda lectura de hoy también tenemos el ejemplo de otro pecador que anduvo engañado mucho tiempo, pero que al conocer a Cristo, Cristo lo salva y ya pone toda su ilusión como meta de toda su vida: alcanzar a Cristo. "...Y todo lo demás lo considero como basura", nos ha dicho la epístola de hoy. Cuando ya no se idolatran las cosas de la tierra sino se ha conocido al verdadero Dios, al verdadero Salvador, todas las ideologías de la tierra, todas las estrategias de la tierra, todos los ídolos del poder, del dinero, de las cosas, perecen basura. San Pablo, la palabra es más dura, "estiércol," dice. "Con tal de ganar a Cristo, todo lo demás parece basura".

d) DOCTRINA SOBRE EL HOMBRE EN PUEBLA

Por no cansarlos no les leo, hermanos, todo el rico contenido del documento de Puebla en una de sus bases teológicas. Son tres los lineamientos teológicos de Puebla: La verdad sobre Cristo, la verdad sobre la Iglesia y la verdad sobre el hombre. Y cuando habla del hombre, como obispos del continente, se firmó un compromiso allá en Puebla, cuando se dice que ante las visiones falsas de la tierra que el hombre ha tenido según sus intereses, sobre todo aquellas que hacen del hombre un instrumento de explotación, o las que hacen del hombre en las ideologías marxistas una ficha nada más de todo el engranaje, o las que hacen de la Seguridad Nacional un servidor del estado como si el estado fuera el señor y el hombre el esclavo, cuando es al revés, no es el hombre para el estado sino el estado para el hombre. El hombre tiene que estar en la cumbre de toda organización humana para promover al hombre.

Entonces, los obispos de América Latina nos hemos comprometido: "Profesamos, pues, que todo hombre y toda mujer por más insignificantes que parezcan, tienen en sí una nobleza inviolable que ellos mismos y los demás deben respetar y hacer respetar sin condiciones; que toda vida humana merece por sí misma, en cualquier circunstancia, su dignificación; que toda convivencia humana tiene que fundarse en el bien común, consistente en la realización cada vez más fraterna de la común dignidad, lo cual exige no instrumentalizar a unos en favor de otros y estar dispuestos a sacrificar aún bienes particulares..." (317).

Esta es la base de nuestra Sociología, la que aprendimos de Cristo en su evangelio: el hombre ante todo es al que hay que salvar, y el pecado individual, es lo primero que tenemos que arreglar. Nuestras cuentas con Dios, nuestras relaciones individuales con él, ponen las bases de todo lo demás. Falsos liberadores son aquellos que llevan el alma esclava del pecado y gritan hacia afuera y por eso a veces son tan crueles porque no saben amar ni respetar la persona humana...

2. DIOS QUIERE SALVAR A TODO EL PUEBLO

a) PERSONALIDAD COLECTIVA

Pero el segundo pensamiento pasa del individualismo, diríamos, a lo comunitario. En las lecturas de hoy esto es bello. Ver como Dios quiere salvar a los hombres en pueblo. Es todo el pueblo al que Dios quiere salvar.

- DIOS CON UN PUEBLO

La primera lectura de hoy, los famosos himnos de Isaías, presentan a un Dios hablando con un pueblo; es el diálogo de Dios, con una personalidad colectiva -así la llaman las escrituras- "personalidad colectiva" como si se hablara de una persona; Dios habla con un pueblo y ese pueblo Dios lo hace su pueblo, porque a él le va a confiar promesas, revelaciones que luego han de servir para todos los demás pueblos.

- DIFERENCIA ENTRE "PUEBLO DE DIOS" Y PUEBLO NATURAL

Por eso fíjense bien, queridos hermanos, como en la historia de la Biblia, del Viejo Testamento, hay cosas que se refieren únicamente a ese sector "pueblo de Dios" y hay también algo que se refiere al pueblo en común, al pueblo natural. Cuántas veces le reprochaban los profetas a Israel que no se gloriaran de ser hijos de Abraham sino de obedecer a Dios y creer en Dios. Los creyentes, ese reducido número, era el verdadero pueblo de Dios. Todo lo demás era a veces prevaricador y así eran también los otros pueblos que se llamaban gentiles, pero ese núcleo que se llama el pueblo de Dios, la personalidad colectiva con quien Dios habla, pasa a través de Cristo a todos los cristianos; ya no es sólo un grupo del pueblo de Israel sino que en cada país habrá un grupo.

Y aquí tenemos el ejemplo esta mañana. En Estados Unidos hay también el grupo de los cristianos que no son todo Estados Unidos, así como en El Salvador está también el grupo de la Iglesia que no es todo El Salvador. Y cuando yo como Pastor me dirijo al Pueblo de Dios, no pretendo yo ser un maestro de todo El Salvador sino que soy el servidor de un núcleo que se llama la Iglesia, la Arquidiócesis, los que quieren servir a Cristo y reconocen en el obispo, al maestro que en nombre de Cristo les habla. De ellos espero respeto, obediencia, con ellos me siento tan unido y no me extraña que los que no son Iglesia, aunque estén dentro de la Iglesia, me critiquen, me murmuren, me deshagan...

Esos, ya no son Pueblo de Dios; aún en el Nuevo Testamento aunque estén bautizados, aunque vengan a misa, si no se unen solidariamente con las enseñanzas exigentes del Evangelio, las aplicaciones concretas de nuestra pastoral, entonces, hermanos, sepamos distinguir bien para no jugar con ese nombre tan sagrado: el pueblo. Nosotros llamamos Pueblo de Dios al núcleo de los salvadoreños que creen en Cristo y quieren seguirlo fielmente y se alimentan de su vida, de sus sacramentos, en torno de sus pastores.

b) HISTORICIDAD DE LA SALVACION

- DIOS SALVA EN LA HISTORIA

Este pueblo de Dios va sucediéndose en la historia.

- "NO RECORDÉIS LO DE ANTAÑO"

Este pueblo de Dios va sucediéndose en la historia.

¿Se fijaron qué bellamente ha dicho la primera lectura de hoy: "Ustedes se glorían del primer éxodo cuando yo los saqué de Egipto, cuando atravesaron el desierto, ¡cuántas maravillas se hicieron en aquel recorrido con Moisés! Pero ya no se gloríen de ese pasado, eso ya quedó en la historia, yo hago nuevas las cosas?". ¡Qué frase más bella de Dios! Dios es el que hace nuevas las cosas, es el Dios que va con la historia.

- EL NUEVO ÉXODO

Ahora el éxodo será de otro rumbo, de Babilonia, del destierro. El desierto por donde van a pasar florecerá como jardín, brotarán las aguas como simbolizando con el paso del perdón de Dios, del pueblo reconciliado con Dios hacia Jerusalén, que ya no es propiamente la esclavitud de Egipto sino es el destierro de Babilonia, y así se irá sucediendo la historia.

- CADA PAÍS VIVE SU PROPIO "ÉXODO"

Hoy también El Salvador vive su éxodo propio, hoy estamos pasando también nosotros la liberación por el desierto donde cadáveres, donde el dolor angustioso nos va asolando, y muchos sufren la tentación de los que caminaban con Moisés y querían volverse y no colaboraban. Es la historia de siempre, Dios quiere salvar al pueblo haciendo nueva la historia. La historia no se repite aunque el dicho dice: "la historia se repite", hay ciertas cosas que aparentemente son repetición. Lo que no se repite son las circunstancias, las coyunturas, somos testigos en El Salvador. ¡Qué densa nuestra historia, qué variado de un día para otro! Sale uno de El Salvador y regresa la semana siguiente y parece que ha cambiado tan rotundamente la historia. No nos estabilicemos en querer juzgar las cosas como las juzgamos una vez. Una cosa sí: tengamos firmemente anclada en el alma la fe en Jesucristo, el Dios de la historia, ese sí no cambia. Pero él tiene como la complacencia de cambiar la historia, jugar con la historia; "hago nuevas las cosas".

La gracia del cristiano, entonces, está en no estabilizarse en tradiciones que ya no se pueden sostener sino en aplicar esa tradición eterna en Cristo a las realidades presentes. Los cambios en la Iglesia, queridos hermanos, sobre todo los que hemos sido formados en otras épocas, en otros sistemas, tenemos que tener y pedirle al Señor esa gracia de tenernos que adoptar sin traicionar nuestra fe, ser comprensivos con la hora de hoy. Dios hace nuevas las cosas y por eso corregía a los israelitas porque se alegraban del primer éxodo y no pensaban que Dios estaba haciendo ya maravillas en un segundo éxodo, y las haría mucho mayores en la Era Cristiana como las vamos viendo nosotros.

La historia no perecerá, la lleva Dios. Por eso digo, en la medida en que los proyectos históricos traten de reflejar el proyecto eterno de Dios, en esa medida, se van haciendo reflejo del Reino de Dios y este es el trabajo de la Iglesia; por eso Ella, Pueblo de Dios en la historia, no se instala en ningún sistema social, en ninguna organización política, en ningún partido. La Iglesia no se deja cazar por ninguna de esas fuerzas porque ella es la peregrina eterna de la historia y va señalando a todos los momentos históricos lo que sí refleja el Reino de Dios y lo que no refleja el Reino de Dios, Ella es servidora del Reino de Dios...

El gran trabajo de los cristianos tiene que ser ése, empaparse del Reino de Dios y desde esa alma empapada en el Reino de Dios, trabajar también los proyectos de la historia. Está bien que se organicen en organizaciones populares, está bien que hagan partidos políticos, está bien que tomen parte en el gobierno, está bien con tal que seas un cristiano que llevas el reflejo del Reino de Dios y tratas de implantarlo allí donde estás trabajando, que no seas juguete de las ambiciones de la tierra... Y este es el gran deber de los hombres de hoy. Mis queridos cristianos, siempre les he dicho y lo repetiré, de aquí, del grupo cristiano, del Pueblo de Dios tienen que salir los hombres que van a ser los verdaderos liberadores de nuestro pueblo...

Cualquier proyecto histórico que no se fundamente en eso que dijimos en el primer punto: la dignidad de la persona humana, el querer de Dios, el Reino de Cristo entre los hombres, será un proyecto efímero y será cada vez más estable y será cada vez solución del bien común de los pueblos, según la índole de cada pueblo, el que refleje mejor ese eterno designio de Dios. Por eso hay que agradecerle a la Iglesia, queridos hermanos políticos, no manipular a la Iglesia para llevarla a lo que nosotros queremos que diga, sino decir nosotros lo que la Iglesia está enseñando, no tiene intereses. Yo no tengo ninguna ambición de poder y por eso con toda libertad le digo al poder lo que está bueno y lo que está malo y a cualquier grupo político le digo lo que está bueno y lo que está malo, es mi deber.

Y desde esa libertad del Reino de Dios, la Iglesia, que no sólo es el obispo y los sacerdotes sino todos ustedes los fieles, las religiosas, los colegios católicos, todo lo que es el Pueblo de Dios, el núcleo de los creyentes en Cristo, debíamos de unificar nuestros criterios; no debíamos de desunirnos, no debíamos de parecer dispersos y muchas veces como que somos acomplejados ante las organizaciones políticas populares y queremos complacerlas más a ellas que al Reino de Dios en sus designios eternos. No tenemos nada que mendigarle a nadie porque tenemos mucho que darle a todos... Y esto no es soberbia sino la humildad agradecida del que ha recibido de Dios una revelación para comunicarla a los demás...

3. LA TRASCENDENCIA DA LA LIBERACIÓN, SU VERDADERA Y DEFINITIVA DIMENSIÓN.

Finalmente, el tercer pensamiento sacado de las lecturas de hoy, es que el proyecto de Dios para liberar al pueblo es trascendente.

a) ¿QUE ES LA TRASCENDENCIA?

Yo creo que hasta repito demasiado esta idea pero no me cansaré de hacerlo, porque corremos mucho el peligro de querer salir de las situaciones inmediatas con resoluciones inmediatas y nos olvidamos que los inmediatismos pueden ser parches pero no soluciones verdaderas. La solución verdadera tiene que encajar en el proyecto definitivo de Dios. Toda la solución que queramos dar a una mejor distribución de la tierra, a una mejor administración del dinero en El Salvador, a una organización política acomodada al bien común de los salvadoreños, tendrá que buscarse siempre en el conjunto de la liberación definitiva.

Hace poco me presentaban un esquema muy significativo: el hombre que trabaja en política mira los problemas temporales: el dinero, las tierras, las cosas y se puede quedar contento con sólo resolver estos problemas; pero el político que tiene fe, se remonta hasta Dios y desde Dios mira como ese tramo inmediato que los políticos de hoy están tratando de resolver, no debe de mirarse separadamente de la perspectiva de Dios. Desde el principio al fin en la historia Dios lleva un proyecto y la solución hay que acomodarla a esa perspectiva de Dios para que sea eficaz. Y según esa perspectiva de Dios, como aparece en las palabras de hoy que se han leído en la Biblia: en primer lugar, reconocer que Dios es el protagonista de la historia; en segundo lugar, hay que partir de la redención del pecado; y en tercer lugar, no descartar a Cristo que es el camino y la meta de la verdadera liberación. Aquí están en las lecturas de hoy, y este es el proyecto que durante toda la Cuaresma hemos venido estudiando.

- PRIMERO: RECONOCER LA INICIATIVA DE DIOS PARA LIBERAR

Hoy aparece claro como es Dios el que toma la iniciativa: "El pueblo que Yo formé", dice en la primera lectura Dios. Es el Dios hablando con Israel: "Yo te escogí, tu historia te la voy haciendo Yo". Hermoso el momento en que el hombre comprende en que no es más que un instrumento de Dios. Tanto vive cuanto Dios quiere que viva. Tanto puede, tanto Dios quiere que pueda. Tanta inteligencia tienes, sólo la que Dios te ha dado. Poner todas esas limitaciones en las manos de Dios, reconocer que sin Dios no se puede hacer nada. De allí, queridos hermanos, que en un sentido trascendente de esta hora en El Salvador, es orar mucho, muy unidos con Dios. Y hay gente que está trabajando por la liberación uniéndose con Dios.

El otro día que hablábamos un problema de un refugio, que no se confunda el refugio con un cuartel, el refugio es para gente que viene con miedo y viene huyendo y se esconde. "¡Ah! pero es que hay muchos organizados y no podemos estar de balde, tenemos que trabajar!" Bueno, pues váyanse a trabajar, búsquense un cuartel donde hacerlo. Pero el refugio es el lugar donde también trabajan los enfermos, aquel padre de familia con su mujer enferma y sus niños que no podían los querían mandar a ocupar una Iglesia, y ¡cómo va a ir si está enfermo! Que ofrezca su dolor, que ofrezca su enfermedad. Esto tiene valor, pero cuando se pierde de vista la trascendencia de la lucha todo se hace consistir en cosas que a veces son hasta erróneas. Ojalá, todos los que trabajan hoy por la liberación del pueblo supieran que sin Dios no se puede hacer nada y que con Dios, hasta lo más inútil, es un trabajo cuando se hace con buena voluntad...

En la primera lectura de hoy Dios invita al pueblo de Israel a descubrir su mano, no sólo cuando salió de Egipto a la tierra prometida sino hoy que viene de Babilonia también para Jerusalén. Descubrir la mano de Dios en las coyunturas históricas del pueblo, ese es un gesto de trascendencia. Por eso los que trabajan, repito, por la liberación del pueblo no pierdan de vista esta medida, esta dimensión trascendente.

- LO SEGUNDO, DIGO, ES MIRAR COMO LA LIBERACIÓN TIENE QUE ARRANCAR DEL PECADO

Hay que tener en cuenta que todos los males tienen una raíz común y es el pecado. En el corazón del hombre están los egoísmos, las envidias, las idolatrías y es allí donde surgen las divisiones, los acaparamientos; como decía Cristo: "No es lo que sale del hombre lo que mancha al hombre, sino lo que está en el corazón del hombre", los malos pensamientos. Hay que purificar, pues, esa fuente de todas las esclavitudes. ¿Por qué hay esclavitudes? ¿Por qué hay marginaciones? ¿Por qué hay analfabetismo? ¿Por qué hay enfermedades? ¿Por qué hay un pueblo que gime en el dolor? Todo esto está denunciando que existe el pecado. "La pobreza, dice Medellín, es una denuncia de la injusticia de aquel pueblo".

Por eso, la trascendencia de la liberación arranca del pecado y la Iglesia siempre estará predicando: arrepiéntanse de sus pecados personales. Y les dirá como a la adúltera: "ya no te condeno, te has arrepentido pero no vuelvas a pecar", el pecado es el mal siempre. ¡Cómo quisiera decirles, hermanos, a todos los que le dan poca importancia a estas relaciones íntimas con Dios, que le den la importancia que tiene! No basta decir: yo soy ateo; yo no creo en Dios; yo no lo ofendo. Si no es cuestión de que tú creas, es que objetivamente tú tienes rotas tus relaciones con el principio de toda vida. Mientras no lo descubras, y no lo sigas, y no lo ames, tú eres una pieza descoyuntada de su origen y por eso llevas en ti mismo el desorden, la desunión, la ingratitud, la falta de fe, de fraternidad. Sin Dios no puede haber un concepto de liberación. Liberaciones inmediatistas sí las puede haber, pero liberaciones definitivas, sólidas, sólo los hombres de la fe las van a realizar.

TERCERO: ESTA TRASCENDENCIA NOS PIDE UNA FE MUY GRANDE EN JESUCRISTO

Es incomparable la página de San Pablo, el pecador que había olvidado a Cristo, mejor dicho, no lo conoció y más bien creía que Cristo y sus cristianos eran unos traidores de la religión verdadera que era el judaísmo. Y se sentía autorizado para ir a traerlos amarrados y acabar con esa secta. Pero cuando Cristo se le presenta y le revela, él cae en la cuenta de su ignorancia y le escribe: "Todo lo estimo ya como pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor". ¡Qué gratitud la de un pecador cuando dice: no te conocía, Señor, ahora sí ya te conozco y ahora todo lo demás me parece inútil en comparación de la excelencia de conocerte a ti, mi Señor! Por él lo perdí todo y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo y existir en él, no como justicia mía sino con la que viene de la fe en Cristo. Esta es la trascendencia.

Hay muchos que quieren una justicia, una justicia mía, una justicia de hombres. No trascienden, no es ésa la que me salva dice San Pablo, es la justicia que viene por la fe de Cristo, mi Señor. ¿Y cómo es Cristo justicia del hombre? Dice: "Para conocerlo a él y la fuerza de su resurrección y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte para llegar un día a la resurrección de entre los muertos". ¿Ven cómo la vida recobra todo su sentido, y el sufrimiento ya es una comunión con el Cristo que sufre, y la muerte es comunión con la muerte que redimió al mundo? ¿Quién puede sentirse inútil ante este tesoro del que ha encontrado a Cristo que le da sentido a la enfermedad, al dolor, a la opresión, a la tortura, a la marginación? ¡No está vencido nadie aunque lo pongan bajo la bota de la opresión y de la represión, el que cree en Cristo, sabe que es un vencedor y que la victoria definitiva será de la verdad y de la justicia...!

Y en su misma página íntima San Pablo dice: no es que ya haya conseguido el premio sino que corro hacia adelante, olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante; corro hacia la meta para ganar el premio al que Dios desde arriba, llama en Cristo Jesús. Esta es la trascendencia: una meta hacia la cual queremos empujar toda nuestra liberación, una meta que es alegría definitiva de todos los hombres.

Monseñor Oscar Arnulfo Romero

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